Con la llegada de los últimos días del calendario gregoriano, hacemos un recuento de lo que nos ha traído el 2022. Ha sido un año de mucho movimiento, aprendizajes y desafíos por proteger aquello que consideramos muy valioso: nuestro pulmón verde, ese pedacito de memoria e identidad del Algarrobo que sigue siendo bosque y mar. Nuestra península sagrada.
La lección más importante, quizás, es ese tremendo tesoro llamado voluntad ciudadana. Sin ella no existiría lo que hoy se llama Defensa Punta Fraile, y -sin ella- hubiésemos perdido lugares patrimoniales como parque Canelo Canelillo, playa de Tunquén o Humedal el Membrillo, por dar unos ejemplos de lugares amenazados y que se han salvado gracias a la porfiada persistencia de quienes han aceptado sin ninguna seguridad de los resultados y sin remuneración más que la gratificación de seguir el corazón y hacer lo correcto- la ardua tarea de proteger los lugares que aman.
Y dentro de la escarpada misión que hemos emprendido, aquello que más nos nutre el alma y nos insta a seguir es la comunidad que se ha ido creando y fortaleciendo. Aquellas y aquellos que llegan con sus ganas de ayudar, con sus manos y sus ideas.
Quienes dejan atrás el miedo y la incertidumbre y se vuelven los protagonistas de esta historia de Algarrobo, el Litoral y de Chile, que estamos escribiendo juntos.
Ad portas del 2023 les agradecemos a cada uno.